Una fresca historia de la oficina del Director de Yad Eliezer

En Yad Eliezer se oyen muchísimas historias todos los días. Ésta es una de ellas. Una historia que podía haber terminado con una tragedia. Pero un hombre, de amplio y generoso corazón, hablando como quien cierra un negocio; él junto a varios compañeros se transforman en «el Hada Buena» y revierten la tragedia en un cuento para niños con final feliz.

Una fresca historia  de la oficina del Director de Yad Eliezer

Oigan lo que ocurrió esta mañana en la oficina del Director Ejecutivo de Yad Eliezer, el Rav Dov Wissel: llegó a su oficina, como cada mañana, pero esta vez encontró sobre su escritorio una solicitud especial. El Rav Wissel leyó la solicitud corta y concisa que llegó hace unos días a través del fax.  Los investigadores de Yad Eliezer averiguaron datos de la misma y corroboraron que todos los detalles, son correctos.

Avital (nombre ficticio) no tiene marido. Tiene tres hijos y percibe un sueldo de 2.600 shekel por mes. El hijo mayor, no es sano. Su tratamiento cuesta 600 shekel mensuales y una vez cada tres meses un agregado de 1.600 shekel más. Esos son los costos, obviamente, luego de la participación de la obra social. Luego tiene una hija. Hace dos años terminó sus estudios de contabilidad. Su diploma está «trabado» en las oficinas del instituto donde cursó los estudios, ya que la mitad de los mismos aún no fueron abonados.

El Rav Wissel marca el número de teléfono.

-¿Hola?

– Shalom. Habla Dov Wissel, de Yad Eliezer.

– Ah, Shalom Rav.

– Buenos días Sra. Avital, quería saber cómo se encuentra su hija.

– Ella se siente bien- a Di-s gracias- pero aún no trabaja. No recibió su diploma. Mire, honorable Rav, cuando ella comenzó sus estudios yo les dije en el instituto: oigan, no tengo dinero para pagar los aranceles. Yo crio sola a mis tres hijos con solo 2.600 shekel por mes. Por mí, que no estudie. No quiero engañar ni robar a nadie. Ellos me dijeron: nosotros la becamos. O.k, estaba feliz. El dinero para los viáticos lo ahorré de nuestro pan. Que sea para que la nena tenga una profesión, que logre mantenerse sola. Un año todo anduvo bien. Pero cuando terminó la carrera me dijeron: no hay diploma hasta que no se cancele la deuda de los aranceles. Les dije: ¡ustedes me dijeron que estaría becada! Me respondieron: un año abonó una de las maestras, el segundo año ya no pagó más. Les dije: ¿qué ganan ustedes reteniendo el diploma? Entréguenlo. Pero no aceptan. Mi hija todo el tiempo se angustia ¿qué será?- dice- estudié y no pagué. Pensé en qué más puedo ahorrar, y les propuse que pagaré 2.000 shekel en cuotas. Me dijeron: o todo o no hay diploma.  Así que por ahora, no tiene su diploma. Hace ya dos años que terminó.

– ¿Y cómo está el muchacho?

– No está bien. Tiene 20 años y pesa 140 kilos. Y no es que come mucho ni nada parecido, es que su cuerpo se inflama por la enfermedad. Ya hace dos años que no sale de casa. Usted comprenderá, hasta la cama donde duerme está rota porque no es adecuada a su peso…

– ¿Y cuánto cuesta el tratamiento médico?-preguntó el Rav Wissel con tono de negociador (solo un oído muy fino podrá percibir la voz quebrada por un momento. Después de lidiar con miles de casos como estos, aun el sentimiento y la misericordia a veces lo doblegan)

– 600 shekel por mes y otros 1.600 una vez cada tres meses.

– Entonces les daremos 1.200 shekel y comienzen con el tratamiento.

– No, Rav, es imposible. Ya me ofrecieron también subsidio para tres meses y no acepté. Un tratamiento corto solo puede perjudicarlo, así me dijo el médico. Menos de cinco meses, mejor no hacer nada.

El Rav Wissel se demora un poco pensando…

– Bien, veamos qué es lo que necesitamos. 600 shekel por 12, sería 7.200 y otros 1.600 shekel por cuatro son 5.200. Resulta un total de 13.600 shekel en el año. Vamos a girarles ese dinero y que el joven comienze ya mismo el tratamiento, ¿correcto?

Ni Ariela – la notificadora de los premios de la lotería- escuchó semejante reacción. «¡Que Di-s lo bendiga, Rav! ¿Cómo es un nombre? ¿Dov? ¿Y el nombre de su madre? ¡Yo voy a rezar por usted todos los días, Rav! ¡Que todas las bendiciones recaigan sobre usted!»

– Siempre recibo con alegría las bendiciones, Sra. Avital. Y no se preocupe más por la cuestión de su hija, voy a hablar con el instituto y veremos qué se puede hacer al respecto. No se preocupe, son tan solo 1.100 shekel por mes.

«Tan solo 1.100 shekel por mes»- se repite a sí mismo, como disculpándose. Ya que no es «Tan solo». Es la enorme diferencia en la vida de una familia carenciada. Será, en realidad, una vida nueva. La posibilidad de un futuro mejor.

Esta historia terminará- así lo esperamos- casi como un cuento de hadas. El hijo recibirá el tratamiento médico que le permitirá ser una persona normal y salir a trabajar. También la hija podrá utilizar los conocimientos que adquirió en su profesión. Ojalá que puedan vivir alegres y felices hasta el final de sus días.